Edward Bach ha ido revelando principios que se mantuvieron ocultos durante siglos, que irradiaban culturas pre-cartesianas donde la espiritualidad olvidada del Ser vuelve como la pieza que falta para la comprensión de los malestares de esta nueva sociedad y la enfermedad toma otro volumen, otra razón de ser.
La enfermedad es una oportunidad de evolución, un llamado del alma que pide cambiar creencias y volvernos a unir, volcarnos y ver como el mundo llega a ser reflejo de la realidad interior, el si mismo.
Las ideas que rescata provienen de Paracelso en la alquimia, la medicina china y ayurvédica, pensadores gnósticos, la antroposofía de Rudolf Steiner y hasta el arte terapéutico de Jung.
Desde allí, dice: “la enfermedad no es material en su orígen” y escribe sobre estas bases las cinco verdades fundamentales para comprender la naturaleza de la enfermedad:
1.El hombre tiene un alma que constituye su verdadero yo y entrega una guía sabia desde dónde se refleja nuestra individualidad del saber actuar y pensar por sí mismo.
2. Somos individualidades con propósitos de adquirir conocimiento y experiencia.
3. La vida no es mas que un momento efímero en el curso de nuestra evolución.
4. La personalidad y el alma deben estar en armonía con sus deseos, y vivir en unión, cualquier acción contra nosotros mismo o los demás afecta el todo.
5. La vida nos proporciona los mejores elementos para nuestro desarrollo.
La tarea del terapeuta es ayudar al paciente a conocerse a sí mismo y señalarle los errores fundamentales que puede estar cometiendo y administrar los remedios correctos para fortalecer cuerpo y mente. La enfermedad es el fin de un desequilibrio entre el alma y la personalidad, nos muestra un mapa para ver nuestros errores que podemos transmutar desarrollando constantemente la virtud opuesta a parir del aprendizaje en la experiencia activa.